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¿Tener un perro o un gato te salva el cerebro?

julio 23, 2025

¿Tener un perro o un gato te salva el cerebro? El secreto de una mente afilada podría tener cuatro patas

Estamos en julio de 2025, en el corazón envejecido de Europa, y tener un perro o un gato podría ser el nuevo secreto para no perder la cabeza. Literalmente 🧠🐾.

Según un reciente estudio publicado en Scientific Reports, tener un amigo peludo de cuatro patas podría estar estrechamente ligado a un deterioro cognitivo más lento. Pero no vale cualquier criatura con plumas o escamas. El vínculo solo se da con perros y gatos. Ni los peces dorados ni los canarios —por muy simpáticos que canten— mostraron una relación significativa. El asunto, aunque parezca anecdótico, está respaldado por un análisis longitudinal de 18 años que abarca a miles de adultos mayores. Y lo más intrigante no es solo que las mascotas influyen en nuestra mente, sino cómo lo hacen.

Origen: Owning dog or cat could preserve some brain functions as we age, study says

La memoria del perro y la fluidez del gato

La científica Adriana Rostekova, desde su bastión en la Universidad de Ginebra, se ha zambullido en los océanos de datos de la Encuesta de Salud y Jubilación en Europa. Y lo que ha sacado a flote no es cualquier pececillo. Según sus hallazgos, los dueños de perros tendrían una memoria más nítida, tanto a corto como a largo plazo. En cambio, los que conviven con gatos presentan una menor pérdida en la fluidez verbal, esa capacidad tan nuestra de hilvanar palabras como cuentas de un collar.

Pero no todos los animales sirven para este milagro doméstico. “No todas las mascotas son iguales”, dice la investigadora. Y yo añado: ni todos los humanos.

“Los peces viven poco y los pájaros pueden arruinarte el sueño. ¿Cómo va a estimular tu cerebro algo que apenas ves y que encima te despierta?”, apunta Rostekova. No lo dice con sarcasmo, pero podría. Porque, entre líneas, su estudio nos sugiere una verdad brutal y entrañable: la conexión emocional, la rutina compartida, la demanda cotidiana de atención y cariño que exige un perro o un gato, estimulan partes del cerebro que otros animales simplemente no alcanzan.

“Tener un animal exigente puede mantenerte alerta, mentalmente vivo, incluso cuando tus rodillas ya no suben escaleras”. Una verdad incómoda para los amantes del acuario y del canto matinal, pero una bendición para los paseadores de perros empedernidos y los que discuten con sus gatos como si fueran personas.

La mascota como gimnasio cerebral retrofuturista

Hay algo deliciosamente humano en discutir con un gato que no te hace caso. O en sacar al perro bajo la lluvia, con esa mezcla de fastidio y ternura que te hace sentir tan vivo como cuando eras niño. Y es precisamente esa interacción impredecible, rica, cargada de emociones y estímulos sociales, la que estaría preservando nuestros lóbulos frontales del naufragio.

La salud no empieza en los hospitales, sino en casa”, decía Andrew Scott, autor de The Longevity Imperative, que bien podría titularse El arte de no perder la chaveta con estilo. Este profesor no solo lo escribe: lo vive. Tiene un gato. Pero aclara que también ama a los perros, no sea cosa que le cancelen el cariño.

Y tiene razón. Mientras los sistemas de salud se colapsan con ancianos confundidos y demencias en expansión, tal vez el secreto esté en adoptar algo peludo. Porque —y esto no es poca cosa— los dueños de perros no solo pasean más, sino que hablan con otros humanos. Y esa vida social casual que se genera alrededor de una correa, un ladrido o un bol de agua, vale más que mil suplementos de omega 3.

“Los gatos son sustitutos de una red social”

Sí, lo dijo Rostekova. Y la frase merece estar bordada en un cojín. Mientras los perros te sacan al mundo, los gatos te devuelven al interior, a ese espacio emocional donde el lenguaje y la introspección tejen una red silenciosa de conexiones neuronales. Quien ha vivido con un gato sabe que no es solo compañía. Es una presencia compleja, que exige interpretación constante, atención plena, y de vez en cuando, un pequeño sacrificio de orgullo.

Los gatos no tienen dueño, tienen súbditos”, dicen por ahí. Y quizá sea esa interacción desigual, ese pulso permanente entre amor y distancia, lo que mantiene viva nuestra capacidad de matizar, de pensar más allá del blanco y negro. Eso, queridos lectores, también es gimnasia mental.

Cuando la prevención no viene en pastillas

Lo más irónico de este hallazgo es que va contra todo lo que nos han enseñado sobre la vejez y la salud mental. Que si suplementos, que si crucigramas, que si yoga para la memoria. Y sin embargo, la solución puede estar maullando bajo tu sofá o rascando la puerta para salir.

Y esto no es solo folklore ni sentimentalismo animalero. Hay evidencia neurológica de que acariciar a un perro activa la corteza prefrontal, lo que se traduce en más atención, más emociones positivas, más procesamiento cognitivo. En otras palabras: te despierta la mente. Y con los gatos, aunque el camino sea más sinuoso, ocurre algo parecido: el cerebro se activa ante lo impredecible, y los felinos son el caos elegante hecho mascota.

“El perro te obliga a vivir, el gato a pensar” (Anónimo con experiencia)

Así que ya no se trata solo de qué tipo de mascota prefieres. Se trata de con quién quieres envejecer. Si prefieres una vejez en zapatillas, pero con conversación interna estimulante, adopta un gato. Si necesitas que alguien te obligue a salir a la calle cada mañana, busca un perro.

Lo curioso es que este estudio no pretende vender mascotas. Lo que vende —aunque no lo diga— es una idea mucho más profunda: la salud no es ausencia de enfermedad, sino presencia de vida. Y pocas cosas nos mantienen tan vivos como un ser vivo que depende de nosotros. Y nos desafía.

El afecto como medicina retro

No es solo neurociencia. Es sentido común. El amor exige esfuerzo, y el esfuerzo mantiene el alma despierta. Así que cuando hablamos de prevención, tal vez la respuesta no esté en una clínica, sino en una perrera. O en un refugio felino.

Ahora bien, ¿qué pasará cuando los algoritmos detecten que tu perro te está salvando del Alzheimer antes que tu propio médico? ¿Llegará el día en que el sistema de salud recete una mascota con nombre y chip? ¿Se convertirá el cariño en protocolo terapéutico?

Quién sabe. Pero mientras tanto, puedes seguir haciendo lo que tantos ya hacen sin saberlo: cuidarte cuidando.


“Quien acaricia un gato, acaricia el tiempo” (Proverbio oriental)

“El mejor espejo es un viejo amigo… o un perro que no te juzga” (Refrán popular)


Los gatos y perros estimulan funciones cerebrales que ningún suplemento iguala

La vida social, el cariño y la rutina compartida podrían ser claves contra la demencia

Tener un animal exigente mantiene el cerebro tan activo como una conversación profunda


Y tú, ¿con quién querrás hablar cuando tu memoria empiece a flaquear? ¿Con un pez que ni parpadea? ¿O con un perro que te mira como si fueras un dios? ¿Un gato que te ignora… pero no te olvida?

Quizás la verdadera pregunta sea esta:
¿A quién vas a cuidar para que tu cerebro no te abandone?

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