¿Puede una mascota lucir más elegante que su dueño en St Moritz?

El grooming canino en St Moritz es pura alta costura retro ¿Puede una mascota lucir más elegante que su dueño en St Moritz

Es invierno en St. Moritz y la nieve cubre los tejados con ese brillo de postal que parece sacado de una película de los años cincuenta. Entre las boutiques de lujo, los hoteles alpinos con aroma a madera antigua y el murmullo de turistas cosmopolitas, descubro un universo paralelo donde los protagonistas no son humanos, sino perros con más estilo que muchos de sus dueños. Aquí, el grooming canino en St. Moritz no es un simple corte de pelo: es alta costura con tijeras, un espectáculo de estética retro y futurista que convive entre la tradición alpina y las promesas tecnológicas del mañana.

La primera parada es Pet Point Hundesalon Pudelwohl, la meca para cualquier amante del estilismo animal. Es un salón que parece haberse quedado anclado en la época dorada de la peluquería, pero con un pie firme en el futuro. El aroma recuerda a las barberías clásicas, pero aquí las navajas han sido sustituidas por tijeras quirúrgicas y secadores de precisión. Sus servicios van desde cortes impecables hasta baños aromáticos y estilismo para razas difíciles, todo bajo la premisa de que cada mascota merece su propio look icónico. Sí, aceptan pagos con tarjeta, móvil NFC y hasta en efectivo, porque aquí nadie quiere poner barreras al glamour.

A pocos pasos, otra joya del panorama: una peluquería especializada en el look vintage para mascotas, donde cada peinado parece diseñado para desfilar por la Via Serlas. Los clientes hablan de su accesibilidad y de cómo hasta los detalles más mínimos, como el mobiliario, cuentan una historia. Hay espejos con marcos envejecidos, frascos de cristal con laqueados antiguos y un silencio agradable, roto solo por el zumbido de una máquina de corte.

Y como en St. Moritz el lujo nunca viaja solo, no podían faltar los hoteles boutique para perros. El Chesa Canis es un ejemplo perfecto: atención personalizada, cuidadores expertos y un estilo que recuerda al glam alpino de otras épocas. Las habitaciones —sí, para perros— tienen calefacción radiante y mantas de lana local, y el personal conoce por nombre a cada huésped peludo.

En Doggoritz, el guiño fashionista es más evidente: estética alternativa, trato exquisito y una filosofía abierta que conecta con un público joven y viajero. Aquí los collares se exhiben como si fueran joyas y los dispensadores de golosinas parecen sacados de una boutique de chocolates suizos.

“El lujo canino no se improvisa, se construye con historia”

En Samedan, un pequeño refugio boutique ofrece algo diferente: productos escasos pero muy selectos, atención cálida y un stock basado en clásicos de calidad. Es el lugar perfecto para coleccionistas de juguetes atemporales o para quienes buscan accesorios que cuenten historias.

La parte veterinaria también tiene su propio lado vintage. El MedVet Pontresina es un referente histórico, con el Dr. Handel como figura central. Aunque su valoración sea discreta, la experiencia acumulada pesa, y en este mundo eso vale tanto como el oro. En contraste, la Tierklinik Clinica Alpina Celerina aporta modernidad con un toque alpino clásico, ofreciendo tecnología actual sin perder ese aire atemporal que enamora.

No puedo dejar fuera una propuesta que parece salida de un calendario romántico: el Tierhotel Ramosch. Situado en plena zona rural, es un pequeño hotel para animales con filosofía slow y una conexión con la naturaleza que desarma. Los paseos aquí no son simples salidas: son excursiones con vistas que harían llorar a un pintor impresionista.

“En St. Moritz, hasta un perro siente la presión de estar a la altura”

La tendencia actual es clara: grooming personalizado, estética vintage y experiencias slow. Pero el futuro ya asoma por la ventana: veremos apps para reservar sesiones de peluquería, sistemas de IA para la salud animal y boutiques que mezclen nostalgia y tecnología. Plataformas como PetBacker ya permiten contratar cuidadores freelance o servicios a domicilio, aunque ninguno alcanza el nivel de sofisticación de un salón boutique como Pudelwohl.

La escena es un curioso equilibrio entre lo artesanal y lo digital. Un día puedes llevar a tu perro a un corte clásico con inspiración de los años sesenta, y al siguiente recibir en tu móvil un informe de su salud generado por algoritmos. El reto será mantener ese encanto humano mientras las herramientas digitales ganan terreno.

“El futuro del lujo canino será digital, pero seguirá oliendo a madera”

Entre tanto, la ciudad sigue latiendo con ese ritmo único: el de las calles nevadas donde las pisadas se mezclan con huellas de perros perfectamente peinados, el de las charlas de propietarios que debaten sobre si el look inglés sienta mejor a un caniche que a un schnauzer, y el de las miradas cómplices entre groomers que saben que, aquí, cortar pelo no es un trabajo… es un arte.

Y me pregunto, mientras contemplo un cocker spaniel con gabardina de tweed esperando su turno, si dentro de veinte años seguiremos valorando tanto un buen corte manual como ahora, o si nos habremos rendido por completo a los robots. ¿Será posible que una máquina capture la magia de un corte que huele a historia? O quizá, como ocurre en St. Moritz, lo único que no cambiará será ese deseo de que nuestras mascotas luzcan, siempre, como reyes.