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El GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO que conquistó un imperio y un sofá

abril 4, 2025

¿Puede un GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO enseñarte a vivir mejor? El GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO que conquistó un imperio y un sofá

El GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO tiene más historia que tú y que yo juntos 🐾
A primera vista, parece un peluche serio. Como si alguien hubiese esculpido un gato con marmolina inglesa y lo hubiese vestido de terciopelo azul. Pero el GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO no es solo una cara bonita. Tiene detrás una historia que se remonta a los tiempos en los que los romanos, con sandalias y todo, cruzaban el canal de la Mancha llevando consigo no solo espadas y togas, sino también ratoneros de élite: gatos curtidos en las bodegas de los barcos. Ahí comenzó la aventura. Y créeme, todavía no termina.

Origen: 10 Things You Should Know About the British Shorthair Cat – Doggodigest

La nobleza nace del barro… y del moho de las bodegas romanas

Fue en los rincones oscuros y malolientes de las galeras romanas donde empezó a forjarse el linaje de lo que hoy conocemos como gato británico. No eran mascotas: eran trabajadores. Soldados silenciosos, enviados a las islas para devorar ratones antes de que los ratones devoraran el pan de las legiones. Pero también —¡ah, los giros del destino!— fueron los precursores de una raza felina que con el tiempo abandonaría los graneros para conquistar los salones más refinados de la Inglaterra victoriana.

Las razas no nacen por decreto. Nacen por necesidad, por azar, por mezcla y por selección. Y en ese crisol británico, entre los vientos fríos y la humedad crónica, los gatos que sobrevivían eran los más duros, los más redondos, los que sabían cazar sin ensuciarse las patas. Con el tiempo, se convirtieron en leyenda. Y un día, uno de ellos, viejo y elegante, se alzó como el mejor en una exposición en el Crystal Palace. Fue entonces cuando el pueblo británico decidió que ya no era solo un gato. Era el GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO.

“Un gato que no necesita hablar para hacerse entender”

Cuando los gatos se volvieron aristócratas y dejaron de cazar

El cambio no fue solo estético, fue existencial. Con la reina Victoria engalanando a medio país con porcelanas y sombreros absurdos, el British Shorthair encontró su lugar en la historia como símbolo de buen gusto. Ya no tenía que cazar. Ahora podía mirar por la ventana con desaprobación, como si el jardín fuera demasiado vulgar para sus zarpas. Su cuerpo macizo, sus mejillas carnosas y su pelaje denso lo convirtieron en el perfecto gato de interior. Era —y sigue siendo— el equivalente felino a un mayordomo inglés: discreto, formal, pero con una mirada que lo sabe todo.

Lo curioso es que, pese a su aspecto de felpa con patas, no es precisamente un gato de regazo. El pelaje espeso le aísla, lo calienta rápido, y no le hace gracia empaparse en abrazos. Prefiere estar a tu lado sin molestar. Te sigue, te observa, participa… sin invadir. Como un amigo que sabe cuándo callar.

¿Quién dijo que los gatos no entienden de estilo?

Hablar del GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO es hablar de colores, texturas, matices. Su pelaje es tan denso que podrías peinarlo con un tenedor y no atravesarlo. El más famoso, por supuesto, es el azul británico. Ese tono grisáceo elegante, melancólico, entre tormenta y niebla. Pero hay más: dorados que parecen sacados de cuentos de hadas (el British Sunshine, por ejemplo), chinchillas que parecen salidos de una joyería y Van que lucen como si los hubieran pintado a brochazos con delicadeza milimétrica.

Cada pelaje cuenta una historia genética. Algunos tienen las puntas de los pelos coloreadas. Otros muestran rayas, manchas o un efecto moteado como si el gato hubiera dormido en un jardín de sombras. Y ahí está el encanto: cada uno es distinto, como si la propia naturaleza hubiese decidido jugar con la paleta de un pintor impresionista.

“Un pelaje más noble que muchos linajes humanos”

Un gato que no grita, pero tampoco se calla

Una de las cosas más extrañas de esta raza felina es su manera de comunicar. A diferencia de otras razas, no es ruidoso como un Siamés ni saltarín como un Bengala. Tampoco es tan dramático como un Persa. El British Shorthair te mira. Espera. Juzga. Dice todo con la expresión, como si fuera un personaje secundario en una novela de Agatha Christie, de esos que saben quién es el asesino pero no te lo dicen… aún.

Puede parecer distante al principio. Pero cuando te gana, te gana de verdad. Te sigue por la casa como un guardián silencioso, se acomoda cerca pero no encima. Y si tiene hambre, no maúlla: te observa con desaprobación. La comida vendrá. Siempre viene. Porque tú ya sabes lo que él necesita.

Y sin embargo… hay una ternura torpe en estos gatos. Son grandes, algo pesados, no muy ágiles. Saltan y a veces fallan. Tropiezan. Se les caen cosas. Son como abuelos sabios en cuerpo de peluche. Y eso los hace irresistibles.

¿Perfecto? No. Hermoso con límites

Como todo aristócrata, el GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO tiene sus debilidades. La genética no perdona, y su linaje incluye herencias complicadas: cardiopatías, riñones delicados, tendencia a ganar peso como si fuera un hobby. Por eso, el veterinario es su mejor confidente, y una buena dieta —ni solo pienso seco ni solo comida húmeda— es casi una obligación moral.

El tema de la alimentación merece una charla larga. Porque estos gatos beben poco, y si solo comen pienso, pueden acabar más secos que una tostada en la campiña inglesa. La hidratación es clave. Y como ellos no lo entienden, toca ser más listos que ellos. O al menos intentarlo.

¿Y tú, qué tienes en común con un British Shorthair?

A veces pienso que esta raza encarna la esencia misma de cierta forma de vivir: sin prisas, sin gritos, sin postureos innecesarios. Respeto, elegancia, observación. El GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO no busca impresionar, pero lo consigue. Como esos actores secundarios que terminan robando la película.

Quizá por eso se coló en la literatura británica. ¿El gato de Cheshire? Es él. Esa sonrisa ambigua, ese aire de saber más de lo que parece. ¿El Gato con Botas? También. Inteligente, oportunista, entrañable. Esta raza tiene el don de la narrativa: se cuela en cuentos, películas, y hasta memes… sin cambiar nunca.

No es un gato. Es una idea

El British Shorthair no se deja definir tan fácilmente. Es un símbolo, una presencia. Un recordatorio de que se puede ser fuerte sin hacer ruido. Bello sin artificios. Cariñoso sin empalagar.

Quizá por eso, cada vez que uno de ellos me mira con esos ojos grandes y serenos, tengo la sensación de estar frente a algo más que un simple gato. Estoy ante una criatura que ha sobrevivido a imperios, modas y pandemias. Que ha convivido con emperadores y abuelitas, con niños revoltosos y escritores frustrados. Y siempre ha salido airoso, con la dignidad intacta.


“El que con gatos se acuesta, con sabiduría se levanta” (dicho no tan popular, pero cierto)


Un gato británico de pelo corto no se domestica, se comprende

El futuro de los gatos británicos está en tu sofá… y en tu paciencia

¿Y tú? ¿Estás preparado para convivir con un felino que no necesita demostrar nada porque lo es todo? ¿Puedes manejar la elegancia sin estridencias, el afecto sin drama, la independencia sin indiferencia? Si la respuesta es sí, quizás no necesitas un gato. Necesitas un GATO BRITÁNICO DE PELO CORTO.

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